CAPITULO 8
LOS NEO- JAREDITAS

Porque deseo que estos anales sean traducidos a nuestro idioma; pues quizá nos darán conocimiento de un resto del pueblo que ha sido destruido, del cual procedieron estos anales; o tal vez nos harán saber de este mismo pueblo que ha sido destruido; y deseo saber la causa de su destrucción (Mosiah 8:12).

Uno de los problemas que afronta la arqueología del Libro de Mormón es el hecho de que las civilizaciones Maya, Azteca y otras culturas precolombinas estaban en su punto de apogeo muchos anos después del exterminio de los Nefitas. Si nos enfocamos en las ruinas arqueológicas de estas civilizaciones, estas no parecen encajar en la historia del Libro de Mormón. Pero yo propongo que estas ruinas no están relacionadas con la historia Nefita, tampoco que ellas no sean obra de los Lamanitas. Es mi opinión que las ruinas en el primer Periodo Formativo u la Era Olmeca fueron construidas por los Jareditas del Libro de Éter, pero que las ruinas Mayas, etc. Fueron construidas por los restos de la población Jaredita y otros que siguieron la tradición Jaredita. Llamare a estos Neo Jareditas.
Un Neo Jaredita será definido como uno de los grupos heterogéneos de gente que sobrevivieron a las últimas guerras de los Jareditas (300 AC.) conservando y siguiendo las tradiciones y cultura Jaredita. El termino Neo Jaredita incluye a los restos de la población Jaredita , sus descendientes, algunos Nefitas, Mulekitas o Lamanitas quienes se aliaron con ellos, y posiblemente otros como los asiáticos quienes pueden haber cruzado el Pacifico, o pudieron también venido cruzando el estrecho de Bering.
Las tradiciones Jareditas habrían incluido las practicas decadentes de la era terminal Jaredita en el tiempo de Éter y Coriamtumr. Estas tradiciones eran aparentemente disponibles, tanto como en escritos o en palabra, para cualquiera quisiera aprenderlas. Estas tradiciones Jareditas incluían cosas como ritos y prácticas de las sociedades secretas, arquitectura Jareditas , construcción de pirámides y templos (zigurats) , idioma y escritura, medición del tiempo, calendario, religión idolatra Jaredita (La orden de ¿Nehor?), chamanismo, el uso del jade como objetos cultural y religioso, sacrificios humanos , pactos de sangre y ofrendas y finalmente formas de gobierno monárquico.
Una motivación mayor para continuar con estas tradiciones podría haber sido el envolvimiento de estos individuos o grupos en los ritos y prácticas de las antiguas sociedades secretas (los ladrones de Gadianton). Estas ceremonias eran de gran antigüedad y fueron pasadas de generación en generación desde el tiempo de Caín. Estas incluían pactos 1, sacrificios de sangre, señales secretas, ejecución por decapitación a los que violaban los pactos, como ganar poder y riquezas por medio del asesinato, adoración del dios del inframundo (en cavernas y cenotes), etc. Los pactos estaban compuestos por una alianza a esta sociedad por el cielo, la tierra y sobre la cabeza de uno mismo (3 Ne. 12:33-36, Éter 8:13-14). Es posible que ellos sellaran el pacto con sangre. Estos eran los grupos llamados “ladrones” en el Libro de Mormón (Hel.2:10; 6:20:7:4; Morm. 8:9, etc.) Estos reclutaban otros de forma exitosa por medio de palabras halagadoras y vanidades, animándolos para ser parte de un grupo de “elite”, sobornándolos con todo lo que tenían, o acudiendo a su codicia o su sed por poder. Ellos sentían que todos sus hechos eran “buenos; y eran de fecha antigua y nos han sido transmitidas” por sus ancianos (3 Ne. 3:9).
Una vez en el poder, los líderes vanos de estas sociedades se vanagloriaban a ellos mismos creando monumentos (estelas) ensalzando sus logros e inmortalizando su genealogía. Cuando otro con más poder ascendía al gobierno, este destruía los monumentos de su predecesor, y construía estructuras más elaboradas para ponerlas sobre las anteriores.
Por mucho tiempo de su historia estos grupos existieron como grupos que competían entre ellos, en las ciudades, pequeñas aldeas y involucrando a los pobladores en actividades de guerra para ganar poder sobre sus vecinos. Haciendo esto, ellos planearían saqueos en contra de sus enemigos, obtener esclavos para sus proyectos públicos, y victimas para sus sacrificios. Este patrón parece ser muy Asiáticos siguiendo la temprana tradición Jaredita 2. Ocasionalmente uno de los grupos obtendría la supremacía y establecería su reinado, con sus súbditos que les proporcionaban sus tributos y labor gratuita. Su influencia se extendió desde el norte de México hasta Nicaragua, pero estaba centrado en el centro y sur de México y Guatemala. Sus elaborados centros ceremoniales fueron construidos para centrar el poder, hacer legítimo su reinado, facilitar la colección de los tributos y agremiar a la población. Las razones religiosas probablemente tenían un segundo plano y solo servían para consolidar el poder.
La historia de los Aztecas (o Mexica como ellos se llaman a sí mismos) como es resumida en el código de Mendoza 3 es un ejemplo de este patrón. Este “códice” es la historia en gráficos de la nación Azteca fueron compilados por la petición de la corona española poco tiempo después de la conquista. Fue escrito e interpretado por los escribas nativos quienes a su vez fueron supervisados por los frailes españoles. En esta historia se establece la línea de los reyes por medio de las armas, muchas comunidades son subyugadas año tras año, los tributos y el trabajo de los hombres era exigido, y aquello que se revelaban o se oponían a sus conquistadores eran castigados y usualmente ejecutados. Hay inclusive muchos asesinatos de la realeza como en la historia Jaredita. La única cosa que no es mencionada es la existencia de las sociedades secretas, pero no podemos esperar que los nativos revelan tales cosas. La entera historia puede ser insertada en el Libro de Éter, no se vería fuera de lugar.

Los Jareditas Remanentes
La existencia de lo que yo he llamado Neo Jareditas depende en la supervivencia de los Jareditas remanentes luego de las guerras de Coriamtumr, ¿acaso hubieron sobrevivientes Jareditas? Al principio esto no parece obvio al leer Éter , puesto que el profetizo a “Coriamtumr que si él se arrepentía, y todos los de su casa con él , el Señor le daría su reino y perdonaría a su pueblo de lo contrario, serían destruidos, así como toda su casa, con excepción de él. Y él viviría sólo para presenciar el cumplimiento de las profecías que se habían hablado concernientes a otro pueblo que recibiría la tierra por herencia suya; y Coriántumr sería sepultado por ellos; y toda alma sería destruida, salvo Coriántumr” (Éter 13:21). Esta profecía dada por Éter no dejaría ninguna duda para creer en sobrevivientes Jareditas.
Pero hay que considerar lo que Hugh Nibley tiene que decir acerca de este tema:
¿A qué se refiere el Libro de Mormón cuando menciona la palabra “destruidos”? La palabra debe ser tomada como tantas otras palabras claves en el libro, en un primer sentido entendemos “de-construir” separar violentamente la parte elemental, quebrar una estructura. Destruir es destrozar una estructura, y no aniquilar las partes. Además en 1 Nefi 17:31 leemos de Israel en los días de Moisés que “de acuerdo con su palabra los destruyo; y de acuerdo con su palabra los guío, trayéndolos juntos después de que fueron “destruidos”, i. e. dispersados y en necesidad de un líder. “Y así como una generación ha sido destruida entre los judíos, de acuerdo con 2 Nefi 25:9 “de igual manera han sido destruidos de generación en generación, según sus iniquidades”. Una completa matanza de cualquier generación terminaría con toda la historia junta, pero esto no es lo que “destruir” significa. De los judíos en Jerusalén Nefi dice (1 Nefi 17:43), “sé que ciertamente vendrá el día en que deben ser destruidos, salvo unos pocos”, luego “después que el Mesías haya resucitado de entre los muertos… he aquí, Jerusalén será destruida otra vez (2 Nefi 25:14). En estos dos casos lo que realmente paso era que los Judíos fueron dispersados “salvo unos pocos” que permanecieron en la tierra. Los Israelitas cuando entraron a la tierra prometida, se nos dice que, arrojaron “a los habitantes de esa tierra, sí, para esparcirlos hasta su destrucción” (1 Nefi 17:32). Aquí hay claramente se explica que la destrucción de los cananeos fue su dispersión – como se sabe, así fue el caso. Así como también de los Nefitas: “y después que tu posteridad sea destruida y degenere en la incredulidad, lo mismo que la de tus hermanos, he aquí que estas cosas serán escondidas” (1 Nefi 13:35), donde tanto Nefitas como Lamanitas permanecieron en la incredulidad luego de ser destruidos.
Entonces cuando leemos que los Jareditas “fueron destruidos por la mano del señor de la faz de la tierra del norte” en este versículo de Éter, debemos de entender que la nación fue golpeada y dispersada, pero esta catastrófica batalla final no es toda la historia. La primera cosa que le pasa al rey Mosiah [en realidad al rey Limhi] cuando se descubrieron las veinticuatro planchas fue que “pues quizá nos darán conocimiento de un resto del pueblo que ha sido destruido, del cual procedieron estos anales” (Mosiah 8:12), mostrando de esta manera si alguien sobrevivió o no, para Mosiah [Limhi] al menos era perfectamente posible que los remanentes de este pueblo existieran después de que ese pueblo había sido “destruido”. ¿Pero acaso Éter no profetizo que “cada alma seria destruida con excepción de Coriamtumr? (Éter 13:21). ¿Cada alma de qué? Pues específicamente de su reino… y de toda su parentela”. El mismo Éter quien se escondía en una cueva no estaba incluido en este número, y tampoco los otros habitantes de este continente-Nefitas, Lamanitas y Mulekitas quienes vivían en esa parte del continente en el tiempo de la destrucción Jaredita. Tampoco eran Jareditas renegados, viajando hasta los extremos del reino. Si habrían habido dichos renegados aparecerían de un numero de cosas” 4
Una vez más en el libro An Aproach to the Book of Mormon (p.370) Nibley se refiere a lo que el cree habrían sido un gran número de remanentes Jareditas. (Este es el manual del Sacerdocio de Melquisedec del año 1957 publicado por el Quórum de los Doce Apóstoles de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.)
John L. Sorenson, en la Enciclopedia del Mormonismo, sugiere que: “es posible que muchos grupos podrían haber sobrevivido al mezclarse con la población sin ser notado por los historiadores en las subsecuentes poblaciones Mulekitas y Lamanitas” 5
Sorenson también comenta:
“Es una presunción segura, sin embargo, que algunos de los grupos existentes en el tiempo cuando las armadas referidas en Éter 15 fueron destruidas simplemente se negaron a participar en el suicidio de Coriamtumr y Shiz. Ellos habrían asegurado su propia sobrevivencia quedándose se en casa y preocupándose por sus propios asuntos. Estos grupos menores tal vez podrían haber notado la distante matanza de las dinastías, pero estaban tan sumidos en sus asuntos que no prestaron mucha atención a eso. Es probable que algunos de estos pequeños grupos continuaron existiendo luego del tiempo de “la destrucción final” de las armadas en el cerro de Ramah, y muchos de ellos podrían haber estado viviendo en la parte sur de la tierra tal como Nefi y Laman establecieron sus pequeñas colonias”.6
John A. Tvedtnes comenta sobre los remanentes Jareditas:
“He creído que algunos Jareditas sobrevivieron a las grandes batallas de su civilización y que esta fue la civilización que fue destruida en sí misma y que no se destruyo cada Jaredita. Esto es evidente puesto que hay nombres Jareditas en la población Nefita. Éter solo reporto lo que él vio, el no pudo haber estado en todos lados. Algunos citaran la profecía de Éter en Éter 13:21 como que evidencia de que todos los Jareditas fueron exterminados con excepción de Coriamtumr. Sin embargo una lectura cautelosa nos indica que fue toda la parentela de Coriamtumr la que fue destruida. No podemos saber cuántos Jareditas escaparon a otros lugares antes o durante la guerra. No es imposible en el escenario dado por Sorenson que algunas de las personas con que los Lamanitas se casaron hayan sido Jareditas. Esto nos trae la pregunta sobre los indígenas con los que los Lamanitas se unieron. [Podemos suponer] que estas personas podrían haber mencionadas en el Libro de Mormón. Pero como el libro de mormón era un registro de clan que podría haberse obviado la mención de las personas que no provenían de Jerusalén, con la sola excepción de los Jareditas, quienes dejaron un registro escrito los cuales llegaron a las manos del rey Mosiah.
Hay en realidad algunas posibles referencias de personas que no pertenecían al grupo de los Nefitas en el Libro de Mormón. Por ejemplo, nunca supimos el origen real de los Amalekitas, a menos que ellos sean los Amlicitas. He mencionado que el anticristo Sherem (Jacob 7) podría haber sido un extraño. Jacob escribió ‘ Vino un hombre al pueblo de Nefi” (Jacob 7:1). Esto acaso significa que no era Nefita? Jacob luego escribe que el tenia “un perfecto conocimiento del idioma del pueblo” (Jacob 7:4). ¿No eran acaso todos hablantes nativos? Esto hubiera sido notable solo si un hombre no era Nefita” 7.

Notas.
1 “The story of the rise and career of any great conqueror is a long catalog of terrible
oaths taken and broken. The most solemn of these oaths are sealed by the drinking of
blood, as when “the King of the Commains . . . caused the [Emperor of Constantinople]
and their people . . . to be blooded, and each drank alternately of the other’s blood.” The
study of the oldest annals of Asia conducts us, as does the study of the oldest languages,
into a world of oaths and covenants. And why should this be so? The explanation is
simple, for the purpose of the oath is to bind—the Egyptian word for “oath,” to give one
example, is simply ankh, originally a “knot.” In a world of vast open spaces and limited
population, where wandering nomads may take independence for themselves by hunting
beasts or driving cattle over limitless grasslands, how can men be bound to any spot or
leader? They must be tied by oaths, because there is no other way of holding them. Of
course every effort was made to render the oath as binding, that is, as terrible, as possible,
and of course such oaths were broken whenever convenient. The ease with which men
of the steppes can pass from one camp to another has always kept their kings in a state
of suspicious alert, so that Asiatic monarchy is at all times enveloped in a stifling—and
very Jareditish—atmosphere of suspicion and intrigue.”
Hugh Nibley, Lehi in the Desert/The World of the Jaredites/There Were Jaredites, [Salt Lake
City and Provo: Deseret Book Co., Foundation for Ancient Research and Mormon Studies,
1988], 201.
2 Hugh Nibley comments on the Asiatic model for Jaredite culture, which was not only valid
for the Book of Ether era, but for the neo‑Jaredite era as well.
“The basic fact is space—vast expanses of grassland, woods, and mountains, where
hunters and herdsmen have ranged since time immemorial, trespassing on each other’s
territory, raiding each other’s settlements, stealing each other’s cattle, grimly escaping
and pursuing each other by turns. ... The result is chronic chaos, a condition which has
been a standing challenge to the genius and ambition of men with a talent for leadership.
Periodically the Great Man appears in Asia to unite his own jangling tribesmen in
fanatical devotion to himself, subdue his neighbors one after another, and finally by
crushing a great coalition bring all resistance to an end, and at last bring “peace and
order” to the world. The endless expanse of the steppes and the lack of any natural
boundaries call for statesmanship in the grand manner, both the concept and techniques
of empire being in fact of Asiatic origin. For a time one mind nearly succeeds in ruling
the world, but a quick reckoning comes when the Great Man dies. In a wild scramble for
the throne among his ambitious relatives the world‑empire promptly collapses: Space,
the force that produced the super‑state, now destroys it by allowing disgruntled and
scheming heirs and pretenders to go off by themselves to distant regions and found new
states with the hope in time of absorbing all the others and restoring world dominion.
The chaos of the steppes is not the primitive disorder of small savage tribes accidentally
colliding from time to time in their wanderings. It is rather, and always has been, a
shrewd game of chess, played by men of boundless ambition and formidable intellect
with mighty armies at their disposal.”
“Now to return to the Jaredites. Their whole history is the tale of a fierce and unrelenting
struggle for power. The book of Ether is a typical ancient chronicle, a military and
political history relieved by casual references to the wealth and splendor of kings. You
will note that the whole structure of Jaredite history hangs on a succession of strong
men, most of them rather terrible figures. Few annals of equal terseness and brevity are
freighted with an equal burden of wickedness. The pages of Ether are dark with intrigue
and violence, strictly of the Asiatic brand. When a rival for the kingdom is bested,
he goes off by himself in the wilderness and bides his time while gathering an “army
of outcasts.” This is done by “drawing off” men to himself through lavish bestowal
of gifts and bribes. The forces thus won are retained by the taking of terrible oaths.
When the aspirant to the throne finally becomes strong enough to dispose of his rivals
by assassination, revolution, or a pitched battle, the former bandit and outlaw becomes
king and has to deal in turn with a new crop of rebels and pretenders. It is a strange,
savage picture of nightmare politics that the book of Ether paints, but it is historically a
profoundly true picture.”
Hugh Nibley, Lehi in the Desert/The World of the Jaredites/There Were Jaredites, [Salt Lake
City and Provo: Deseret Book Co., Foundation for Ancient Research and Mormon Studies,
1988], 197.
3 The Essential Codex Mendoza, Frances Berdan and Patricia Rieff Anawalt. U. of Calif. Press.
1997.
4 Hugh Nibley, Lehi in the Desert/The World of the Jaredites/There Were Jaredites, 1988, p.
239. (He goes into great detail on this topic in p. 238‑254).
5 Encyclopedia of Mormonism, edited by Daniel H. Ludlow (New York: Macmillan, 1992),
p. 192.
6 When Lehi’s Party Arrived in the Land, Did They Find Others There? John L. Sorenson,
FARMS Journal of Book of Mormon Studies, vol. 1, no. 1 (Fall 1992), 6.
7 John A. Tvedtnes. Review of John C. Kunich, “Multiply Exceedingly: Book of Mormon
Population Sizes.” In FARMS Review of Books. Vol. 6:1. 1994.


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